De marca de carnes a sorprendente símbolo de helados

Pocas marcas han logrado una transformación tan sorprendente como T. Wall & Sons. De marca de carnes a sorprendente símbolo de helados. La empresa británica que pasó de vender embutidos en el siglo XVIII a convertirse en un referente mundial de los helados.
Esta es la fascinante historia de cómo un pequeño negocio familiar cambió el sabor del verano para siempre.
Inicios
Todo comenzó en 1786, cuando Richard Wall, un maestro carnicero, abrió su negocio en el mercado de St James’s. Esta era una de las zonas más prestigiosas de la ciudad.
Su especialidad era la carne de cerdo fresca y curada, elaborada con métodos artesanales y una calidad que pronto le ganó la fidelidad de la alta sociedad londinense.
En una época en la que la carne era un producto de lujo, la carnicería de Wall destacaba por su higiene, consistencia y servicio.
La empresa no tardó en diversificar su oferta: además de carne fresca, empezó a producir salchichas, tocinos, jamones y patés siguiendo las recetas tradicionales inglesas.
Estos productos, conocidos por su sabor y textura, se convirtieron en sinónimo de calidad entre los clientes de Londres.

En 1807, Richard Wall se convirtió en el único propietario de la empresa, consolidando su reputación. En 1831, la compañía se trasladó a un local más grande en 113 Jermyn Street, lo que marcó el inicio de una era de expansión. Tras el fallecimiento de Richard, su hijo Thomas Wall I asumió el negocio, manteniendo la tradición familiar.
Era Victoriana
Con la llegada de la tercera generación —Thomas Wall Jr. (nacido en 1846) y su hermano Frederick Charlton Wall—, el negocio se formalizó como T. Wall & Sons en 1878.
Durante la era victoriana, la empresa se posicionó como uno de los nombres más respetados de la industria cárnica británica, llegando a obtener varios Royal Warrants, certificados que la acreditaban como proveedor oficial de carne de cerdo para la Casa Real (en 1885, 1892 y 1895).
La fama de T. Wall & Sons no solo se debía a la calidad del producto, sino también a su innovación.
Fueron pioneros en el uso de almacenamiento refrigerado y en la estandarización de procesos, asegurando frescura en una época en la que la refrigeración era todavía un lujo.
Para finales del siglo XIX, la empresa contaba con talleres de curado, fábricas de embutidos y una red de distribución que cubría Londres y el sur de Inglaterra.
Los embutidos Wall’s se convirtieron en un símbolo de confianza en los hogares británicos. Sus salchichas, suaves y condimentadas con especias naturales, eran apreciadas por su sabor constante y por representar una alimentación de calidad en tiempos de industrialización acelerada.
En resumen, antes de ser sinónimo de helado, Wall’s fue sinónimo de carne de primera.
De marca de carnes a sorprendente símbolo de helados
A comienzos del siglo XX, Thomas Wall II observó un problema estacional: las ventas de carne caían drásticamente durante los meses de verano.
Buscando una solución creativa, concibió la idea de fabricar helados para compensar la baja estival.
La Primera Guerra Mundial retrasó los planes, pero en 1922, la empresa inauguró su primera planta de helados en Acton, Londres, marcando el inicio de una nueva etapa empresarial. Así nació Wall’s Ice Cream, combinando el conocimiento artesanal con procesos industriales modernos.
Durante los años 30, Wall’s revolucionó la distribución con su campaña “Stop Me and Buy One”, protagonizada por vendedores en triciclos refrigerados.

Estos recorrían las calles británicas ofreciendo helado a niños y adultos, convirtiendo el producto en una experiencia social y accesible. El lema se volvió un ícono del Reino Unido de entreguerras y un ejemplo temprano de marketing de proximidad.
De empresa familiar a marca global
Con la creciente demanda, Wall’s construyó una nueva fábrica en Barnwood (Gloucester) en 1959, con una inversión de £2 millones. El complejo, de 30 acres, integraba líneas de producción, almacenes frigoríficos y talleres de mantenimiento.
Esta planta fue la joya industrial de la compañía y permitió multiplicar la producción de helados como Cornetto, Twister y Viennetta, que más tarde se convertirían en clásicos. Durante los años 90, la fábrica era considerada una de las más grandes del mundo en su tipo, operando las 24 horas del día y exportando millones de unidades semanales.
El éxito de Wall’s impulsó su integración en conglomerados alimentarios:
- En 1981, su división de helados se fusionó con Birds Eye Foods, creando Birds Eye Wall’s Ltd.
- En 1994, la división de productos cárnicos fue adquirida por Kerry Foods, continuando bajo el nombre Wall’s Sausages.
- Los helados Wall’s pasaron a formar parte de Unilever, bajo cuyo paraguas se convirtieron en una marca global.
Hoy, el icónico corazón rojo de Wall’s representa la misma marca en más de 40 países, aunque bajo distintos nombres: Ola, Frigo, Álgida, Eskimo, entre otros. Tenemos un post de historia sobre Frigo, la «hermana» espàñola de Wall’s, podéis leerlo aquí ☚.

Conclusión
Lo que comenzó en 1786 como una carnicería familiar en Londres se transformó, gracias a la innovación y la perseverancia, en una marca de helados mundialmente conocida.
La historia de T. Wall & Sons demuestra que la adaptabilidad es la clave de la longevidad empresarial.
De las salchichas de cerdo real al Cornetto más famoso del mundo, Wall’s encarna más de dos siglos de sabor, ingenio y tradición británica.
Este post es una ampliación del que escribimos hace poco sobre Frigo y Miko. Espero que os haya gustado y despedirme hasta el siguiente…. Como dice Guillermo Fesser, aaaaaaaadios!!!!!